Las Hoces de los Días. Visita al Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz.

 

Ruinas del Convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, 
Sebulcor, Segovia.

Desde su fundación, en 1231, el Convento ha estado amenazado por la ruina, por los desprendimientos de las paredes rocosas que le ocultan en el fondo de la hoz. Para hacerse una idea de ello sólo es necesario ver las grandes rocas que hay ahora en su interior y que arrasaron los restos que aún quedaban en pie, podría parecer un terremoto o una erupción volcánica. Contrasta este escenario, como de tragedia geológico-romántica, con la paz del río que discurre silencioso gracias a un embalse que controla su tesón por la erosión: a la vista está la profundidad del cauce excavado. En otro tiempo este silencio de ahora era un ruido de agua sobre cantos, a veces atronador, que inundaba este desierto y retiro de frailes.

Junto a este sonido contínuo hubo otros tan terribles como las trompetas del Juicio Final. Uno de los derrumbes memorables ocurrió el amanecer del 7 de septiembre de 1495, en maitines, y con los frailes en el coro: un trozo de peña destruyó el Convento a excepción de la iglesia, y debido a ello no hubo que lamentar desgracias personales...milagrosamente. Sólo hay que ver el tamaño de la peña que cayó sobre el Convento, supongo que son estas rocas que hay junto a una puerta que parece de la época de su reconstrucción. La obra de la que hablamos se hizo a costa de la Reina Isabel I de Castilla, la Católica. Esta reina se reservó una celda en la nueva construcción. Felipe II también estuvo en este lugar en 1565; seguro que fue una estancia muy grata: el monarca más poderoso de la época apartado en este solitario lugar donde los únicos ecos vienen del río que pasa a sus pies, donde  los pájaros cantan por los frutos recibidos. Si la visita fue en verano, el rey y los pájaros comerán  higos, los frutos de alguna de estas higueras de troncos grises que parecen nacidas de esa misma roca gris. Parece como si ellas, por si solas, fueran capaces de sujetar los precipicios del cañón. Pasa el tiempo, y en 1680 tenemos la fecha del primer colegio de misioneros en España fundado -aquí- por el fraile Francisco de Salmerón. Desde este pequeño y perdido lugar serán los frailes lanzados al -ancho- mundo. Después, en el siglo XIX, la Desamortización consiguió lo que no había rendido ni la naturaleza de la roca, ni la soledad, ni las penalidades: los frailes fueron obligados a abandonar para siempre estas venerables piedras. Y desde entonces esa misma naturaleza se ha fundido con la ruina con la devoción y la fuerza del abrazo dado por el amante antes de la definitiva partida.

Mi visita dió como fruto un pequeño poema y dos dibujos en mi cuaderno, todo hecho con aquello que proporciona -generosamente- este lugar. 




El cauce es un lecho tejido

con la raíz del sauce

y en las grietas, al abrigo

con el fruto ya oscuro y seco

aún prendido, las higueras

que en un tiempo ya lejano

fueron cultivadas



en las hoces de los días.



(Julián Valle. La piel como un río, Nº XV

 




 

C.D. 056
(Convento de la Hoz)
Sebulcor. Segovia
cieno, zarzamora y río s. papel
16x 47.5 cm.

 

C.D. 055
(Convento de la Hoz)
Sebulcor. Segovia
cieno, zarzamora, higo y río s. papel
16x 47.5 cm.

Las Hoces de los Días
(fotografías de J. Valle)

 

El Convento junto al río Duratón desde el borde del cañón.



Es necesario continuar por el borde del cañón hasta encontrar la senda de desciende al río. Siguiendo la orilla encontramos las murallas del Convento de Nuestra Señora de los Ángeles. El estío es una buena época para llegar a estas ruinas siguiendo el curso del río: cuando suben las aguas del pantano sólo podrá hacerse en barca.





Junto a la entrada hay varios huecos entre las ruinas -o junto a las piedras- que permiten el acceso al interior.
Estas ruinas no se deben sólo al abandono, ha habido varios derrumbes que arrasaron el Convento cuando este estaba habitado.
 




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