Mar
nº 28 Bartolomé Rey, 2011. óleo sobre lienzo 122 x 244 cm.
El
hombre se había lanzado al descubrimiento de otros mundos y otras
civilizaciones sin haber explorado íntegramente sus propios abismos, ese
laberinto de oscuros pasadizos y cámaras secretas, sin haber penetrado en el
misterio de las puertas que él mismo ha condenado.
Puede
parecer contradictorio que una actividad como la pintura, tan asociada comúnmente
a la vehemencia y al ciego arrebato, algunos artistas la intenten ejercer desapasionadamente:
Lao Tse refiriéndose al sabio hablaba de vaciar
el corazón de deseos.[ii] Un
estado ideal para que el artista se abra al mundo, a la contemplación atenta
del mundo, y al conocimiento. Sobre el mismo nos habla el pintor y calígrafo Shitao en su Discurso de la pintura:
En lo que se refiere a la receptividad y al
conocimiento, la receptividad precede y el conocimiento sigue; la receptividad
que sea posterior al conocimiento no es verdadera receptividad.[iii]
Árbol nº 2. Bartolomé Rey, 2013. Lápiz
sobre lienzo. 70 x 90 cm.
Bartolomé
Rey, en su práctica desapasionada de la pintura, comparte intereses con una
artista que ambos admiramos: Vija Celmins, una francotiradora del arte que
sobrevivió al aplastante auge del expresionismo abstracto. Curiosamente su
trabajo fue descrito por el crítico Harold
Rosenberg como action painting. Y creo que lo es, acaso se podría
decir -soy muy atrevido y para otros seré ignorante- que llegó más allá que Pollock, y de una forma menos vigorosa
–menos "viril", como dirían los exegetas de Pollock entonces- con esos sus precisos y preciosos dibujos de
la superficie del desierto: si es que imaginamos esta forma de practicar de la
pintura –como la danza- como un camino al éxtasis. También me parece que las
obras de Celmins -y Bartolomé Rey- están
más cerca del sentido que podía tener el iikááh -las pinturas de
arena de los Navajo- que tanto admiraba Pollock. Ya que estas pinturas son
más que la "forma" de un ritual, son la puerta -como una mandorla- que
se abre a poderosos mundos [iv]… y nos sumergen en el
misterioso origen de todo lo creado.
En la
serie Mar interior -pinturas y dibujos- de Bartolomé Rey creo que tiene más relación –por
lo dicho anteriormente- con los mares de Celmins que con otros en apariencia
más similares: como los Seascapes, de Hiroshi Sugimoto. Con el artista japonés la diferencia fundamental
es todo lo que inevitablemente está asociado al soporte. Hay una cuestión
temporal que los hace distintos: en la fotografía es la paradoja del tiempo que
se tensa y extiende a partir de una instantánea, y en el caso de los
mares de V.B.R. es ese trabajar sobre el soporte pictórico -con tiempo- el que da como resultado una imagen
intemporal...como la de algo que siempre estuvo ahí. No es un registro, en
V.B.R. es un mar vivo y palpitante, algo imposible de lograr con una
fotografía pero que está al alcance de la pintura...de la excelencia en
pintura.
Mar nº 36. Bartolomé Rey,2014. Óleo sobre tabla. 100x140 cm.
Es
necesaria la visión directa de estos mares interiores que nos envuelven
con su presencia. Pero no podríamos decir si es siempre el mismo mar interior. Porque
cada cuadro o dibujo, con sus grises o sus variaciones de color, con sus
cambios en la superficie tiene como diferentes rostros - su fisonomía propia
- presentándose cada vez con un carácter distinto. Cada mar interior se presenta
siempre misterioso, y se intuye imprevisible. Solos quedamos frente a este mar
sin límites, explorando su superficie, sin saber qué es lo que realmente
buscamos. Berton, uno de los personajes de Solaris, en su libro de bitácora
nos dice:
Advertí entonces un cambio en la superficie del mar.
Las olas habían desaparecido casi del todo y la capa superior de ese fluido —
lo que compone el océano— era ahora transparente, con estelas confusas aquí y
allá, que se disipaban; al poco tiempo volvió a hacerse la luz. Alcanzaba a ver
claramente hasta una profundidad de varios metros.[v]
Mar nº 26. Bartolomé Rey, 2012. Óleo sobre lienzo. 130x240 cm.
Los mares
de Víctor Bartolomé Rey se han convertido -para mí- en algo parecido a ese
piélago de Stanislaw Lem, palpitante y enigmático, creador de seres y formas : una imagen posible de ese planeta. Frente
a ese mar interior profundo e
hipnótico, mirando su superficie desde la
estación orbital, Kevin nos dice:
Tal vez
valga la pena quedarse. Sin duda no aprenderemos nada acerca de él, pero sí
acerca de nosotros.[vi]
[i]
Lem, S. Solaris. Madrid: Impedimenta,
2011, p.181.
[ii]
Lao Tse. Tao Te King. Barcelona: Círculo
de Lectores y Edaf, 1993, p.18.
[iii]
Shitao. Discurso de la pintura por el monje Calabaza Amarga. Granada: Editorial
Universidad de Granada, 2012, p. 65.
[iv]
Sullivan, L. E. El espíritu religioso de los navajos. San Sebastián: Editorial Nerea, 2008. p.12.
[v]
Lem, S. Solaris, op.cit., p.19.
[vi]
Lem, S. Solaris, op.cit., p.93.
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