Setas de cardo


Un roce que toma posesión de la materia profunda.                    (2010)
Hay un cordel de merinas circular que rodea el término de Campillo. Es la vía más cercana para hacer incursiones en los perdidos donde nacen las setas de cardo. Este marquesado de los seres vivos pertenece a un rango mayor desde que, en 1969, el botánico estadounidense Robert Whittaker los dividiera en cinco reinos: Protista, Plantae, Monera, Animalia y nuestro querido Reino Fungi.






 Algunas veces pienso que este humilde ejercicio, con el que comulgas con el vacío, te adentra más en la naturaleza y pareces que vives esta experiencia como un animal en busca de alimento.






Alguien -un experto cuyo nombre no recuerdo- describía de una forma sencilla a las setas -y al resto de su familia- como frutos de las ramificaciones de un árbol que se extiende plano en el suelo. Cada uno de estos árboles fructifica de una forma diferente: unos dan frutos aislados, otros en sus ramas externas…Esta descripción nos hace recordar -una vez más- lo que todos sabemos y olvidamos con facilidad: la Tierra está viva. Paseando por el campo y buscando setas parecía como que caminabas por el lomo de una enorme ballena. Entras –casi- en un estado de conciencia holística*. Vas como un iniciado jainista, de puntillas por el campo, en busca de la seta de cardo. Por cierto, no hay que asociarlas exclusivamente con los perdidos llenos de cardos. Puedes recorrer una paramera, un infierno de pinchos –como el inmenso océano- y no encontrar ni una, y después que se te aparezcan varias, junto a tu pie, en el borde de un camino. Parece ser que tienes que ir como sin demasiado interés, con la navaja cerrada –para no asustarlas, y sobre todo –lo digo siempre- con la mente en blanco, como un cazador con los sentidos abiertos de par en par (esta comparación ya se que no les gusta a los jainistas, ruego me perdonen) olisqueo el fruto, el adorado aroma, y me dejo llevar como un zahorí.
Una vez integrado en este Reino, recoges y disfrutas. Cuando vuelvas a casa disfrutaras alimentándote…y retroalimentándote con las sensaciones pasadas. Esto también tiene relación con la pintura de paisaje (el caso es acabar donde siempre, ruego me perdonen) ya que puedes quedar envuelto en el instante o recuperarlo del pozo sin fondo donde se acumulan las experiencias pasadas. En este pozo de decantación se extrae algo frágil y leve…como un aroma.
El aroma….el tacto y el gusto.
Hay un libro que celebra la riqueza inagotable del mundo: no puede tener otro título que Celebraciones deMichel TournierMás allá de su aparente disparidad, estos ochenta y dos textículos (sic) hablan del valor fundamental de la rodilla, de San Cristóbal o del odio que se tienen los árboles entre sí. En el capítulo Naturalia recuerda a su profesor Gastón Bachelard, en su cátedra de filosofía de la Sorbona blandiendo dos juguetes infantiles –peonzas de madera- que el niño toca, e incluso chupa, tanto como mira: el grano, las líneas y los nudos contenían una lógica e incluso una moral muy provechosas para el niño, nos decía.
Continua Tournier recordándonos que sólo la madera se puede tocar. Y preguntándose qué es una caricia, se contesta: es un roce que toma posesión de la materia profunda.





Setas de cardo y Pie Violeta /   Félix de Azua y Rilke                       (2009)

Es tiempo de setas. Esta semana recogí un corro de pie violeta en una pradera de Campillo. Pero en cuanto a la búsqueda prefiero la seta de cardo. Y eso es lo que estaba haciendo en la foto que sirve de cabecera a este blog. Campillo se encuentra en el centro de un páramo y desde aquí parten, radialmente, caminos y cordeles hacia un cordel circular que rodea el término. Y desde éste se accede a pequeños valles. La cañada, los cordeles y los eriales son el terreno para los setales. Toda esta zona tiene diferentes suelos –arenosos, grava, más arcilloso, secos con plantas aromáticas, praderas- y es formidable la variedad de coloraciones y formas de esta especie. Todo ello para que resulte aún más difícil capturarlas. Y así cada cual desarrolla su táctica, la suya la mimesis, la mía dejar la mente en blanco y dejarme llevar. Cuando te sumerges en el acto de pintar, y cuando todo sigue su curso, sucede algo parecido.Y después su olor, su sabor de otro mundo. Un mundo muy cercano pero a ras del suelo.
Esto me recuerda un artículo revelador –para mí- de Félix de Azua en (El País, 20.01.87) que conservo dentro de una antología poética de Rainer María Rilke. El título reúne a tres artistas: Rilke, Van Gogh, Cézanne y otros animales. Su comienzo es una invitación. Aunque muchos de sus lectores se resistan a creerlo, Rilke siempre quiso ser un perro. Tenía esa vocación. No lo consiguió, es evidente, pero estuvo cerca de lograrlo.Rilke ante un autorretrato de Van GoghTiene mal aspecto, atormentado, casi desesperado, pero no calamitoso: como cuando a un perro le va mal.Continuando en el mismo artículo, y con las palabras de un Rilke que observa a Cézanne cuando termina su jornada laboral, cuando no pinta nada y sigue mirando como un perro. Se sienta en el jardín como un viejo perro, un perro sometido a este trabajo que le llama, le pega y le hace padecer hambre.Azúa sigue la pista animal de Rilke y se detiene en la Octava elegía

Lo que está fuera lo percibimos tan sólo / por el rostro del animal: pues ya al niño en tierna edad / lo ponemos de espaldas y le forzamos a mirar retrospectivamente / el mundo de las formas, no a lo abierto, que / en la faz del animal es tan profundo. Libre de la muerte.

En estas tierras sobrevive y se extingue la estampa del rebaño camino de la majada que aparece en los Poemas a la noche de Rainer María Rilke dentro de su Trilogía española.

Alternativamente avanza y se detiene, igual que el día mismo,
y las sombras de las nubes
le atraviesan como si morosamente el espacio
pensase pensamientos por él.













No hay comentarios: