30 abril 2025

Joaquín Risueño. La presencia de las cosas.


Cárcava. Joaquín Risueño, 2023, óleo sobre tabla, 100x81 cm.




Sobre la obra de Joaquín Risueño. La presencia de las cosas: 

Julián Valle. Campillo de Aranda, abril, 2025.





No hay más que lo que es, y es todo; lo que es y uniformemente fluye.

Paul Valéry [1]


 

Entre las pinturas de Patinir y los primeros paisajes sin personajes de Durero [2] hay un paso más en el camino hacia el no decir en la pintura. Es la ausencia de personajes -aunque fuera a pequeña escala- la que nos hace  caer en la cuenta de lo que podríamos llamar la gran ausencia: la propia mirada.  Los paisajes de Joaquín nos invita a recorrerlos con la mirada; pero no es para quedarse ahí, atrapado o perdido discurriendo entre elementos narrativos, anecdóticos o pintorescos que desplazan la atención exclusivamente hacia lo externo, hacia aquello que, quizás, el pintor nos quiere contar. Está el espectador muy acostumbrado a ello, aletargado más bien, esperando que alguien, el artista o el crítico, le cuente lo que está viendo [3], o le desvele lo que está oculto. Y esa información puede ser incluso una barrera, una costra que recubre las cosas: “las palabras se han antepuesto a las cosas. El saber de oídas ha engullido el mundo”, dejó escrito Hugo von Hofmannsthal [4]. Paul Valéry  nos dice si acaso “¿hay que interpretar cada fenómeno real o sensible como hacían José y Daniel con los sueños de los reyes? (…) ¿qué significa este sol, y qué enigmas propone tanta luz?”[5] ¿Qué desvela el vuelo de una polilla alrededor de una lámpara? Es el momento de recuperar ese asombro para retomar esa comunión con la presencia de las cosas a través de la pintura. Como quien está en la orilla junto a una fuente que mana mansamente, así contemplar estas pinturas. Simplemente que se manifieste esa conexión profunda e íntima con el mundo: dejar de ser alguien frente a algo.




Camino entre pinos. Joaquín Risueño, 2023, óleo sobre tabla, 100x81 cm.



La presencia de las cosas

Es también la aspiración de muchos pintores, especialmente en la pintura de paisaje, el diluirse en aquello pintado de la misma manera que el contemplativo se sumerge en el paisaje contemplado: sin forzar, salvando esa distancia que nos separa de las cosas. Y que la imagen encuentre su acomodo en la retina, para que todo nuestro ser se convierta en receptáculo de lo que ha sido contemplado. Y de esta inmersión va a emerger aquello que parecía aletargado en el limo más profundo; pero antes será necesario vaciarse de si mismo para ser traspasado por esas presencias.
José Ángel Valente, en su ensayo póstumo Mandorla: la experiencia abisal [6], nos habla del vértigo de la infinitud en la pintura, que para Bram van Velde, y según sus propias palabras, es “el abismamiento, la inmersión”, un “tocar fondo”. Pódríamos pensar en el cuadro como una mandorla; aquella que se muestra en la basílica de la Magdalena de Vézelay o la del poema de Valente. Cada pintura de Risueño podría ser una puerta entornada, una invitación hecha al espectador siguiendo la estela del pintor, que pretende ser leve y no imponerse [7], que no teme perderse en esos microcosmos de inmensidades.





Árbol herido II. Joaquín Risueño, 2024, óleo sobre tabla, 100x81 cm.





Receptáculo de lo que ha sido contemplado.

La profundización en cada detalle en estas pinturas es un ejercicio que parece comulgar con una larga tradición de artistas fascinados por la infinitud contenida en una brizna, desde la Gran mata de hierba de Durero hasta los campos arrullados por el viento en la obra de Andrew Wyeth. Hay una artista fascinante que siempre me viene a la memoria cuando veo las pinturas de Joaquín Risueño, es la letona-norteamericana Vija Celmins; esa fascinación por el detalle en flores, o las piedrecitas de nuestro pintor, como las esos suelos de la serie dedicada a los desiertos, a la superficie de la Luna, o las dedicadas a oceanos y cielos nocturnos. Suelo de un desierto, los brillos en las hojas, nubes, aguas de un oceano, diminutas flores, mil montañas, la Luna, los minúsculos puntos de luz en el firmamento ¿qué tienen en común?
Estas pinturas de Joaquín no necesitan de más información que la que proporcionan las formas y el color aplicados en la superficie plana: es suficiente. Recorremos estos paisajes que nos transmiten aquello que no es necesario interpretar. En un paseo “mientras vemos, también oírnos, sentimos presiones y calor o frío. En una pintura, el color presenta la escena sin estas mezclas e impurezas (…) sólo el color debe conducir ahora las cualidades del movimiento, tacto, sonido, etc., que están fisicamente presentes por cuenta propia en la visión ordinária” [8] nos dice John Dewey. Estas experiencias nos las ofrece nuestro pintor sin más. Sus cuadros se presentan así, sin ropajes que lo cubran de lecturas, de muletas: “el arte no es vestir, sino desnudar”, añadiría Ramón Gaya [9].

Como pintor, estos cuadros de Joaquín, me transmiten la sensación de que deben de ser así y no de otro modo. Como cuando ves el desarrollo de un cardo, un árbol quebrado por la tormenta, la posición de unas piedras en la superficie del suelo…un camino, una herida. Todo parece tener algo así como un sonido interno, fractal, rizomático. Y el pintor probablemente sólo busca pertenecer, con esa misma naturalidad, al mundo. Ser montañas, viento. Ser un manatial profundo en el que poder sumergir todo nuestro ser con una simple mirada.

 

El espíritu de la Fuente no muere.

Se llama lo Femenino Misterioso.

La Puerta de lo Femenino Misterioso es Llamada Raíz de Cielo-y-Tierra.

Permaneciendo como hilos de araña, sólo tiene un indicio de existencia; más cuando bebe de esta, resulta inagotable.  

Lao Tse  [10]







Paisaje-Autorretrato. Joaquín Risueño, 2024, óleo sobre lienzo, 200 cm de diámetro.





[1] Paul Valéry, Alfabeto, Pre-textos, Valencia, 2018, p.97.

[2] Pond in the Wood. c. 1496, en el British Museum, oculto durante siglos hasta su descubrimiento en 1970, es una de las vistas topográficas del joven Durero. Podría ser el primer paisaje sin personajes en la pintura occidental. En Limbo Páramo blog, Alberto Durero y el primer paisaje sin personajes en la pintura occidental.

[3] A menos que se aprecie la radical diferencia entre el tema y la sustancia, no sólo se equivoca el visitante accidental sino los críticos y teóricos que juzgan los objetos de arte en términos de sus preconcepciones sobre lo que debe ser eI asunto del arte”. En John Dewey, El arte como experiencia, Paidós, Barcelona, 2008, p.127. 

[4] Byung-Chul Han describe esta especie de eclipse de la presencia de las cosas:“consumimos permanentemente información. Esta reduce el contacto. La percepción pierde profundidad e intensidad, cuerpo y volumen. No profundiza en la capa de presencia de la realidad.” Y a continuación aparecen las palabras citadas de H. von Hofmannsthal. En Byung-Chul Han, No cosas. Quiebras del mundo de hoy, Taurus, Barcelona, 2022, p.75.

[5] Paul Valéry, op. cit., p 59.

[6] José Ángel Valente, Mandorla: la experiencia abisal, Letras libres, Mexico, 2000, pag. 45.

[7] Por ser leve y no imponerse entiendo el que haya una excesiva visibilidad de los dones del pintor, o de su visión de las cosas, ni de sus experiencias (las tristes auto-hagiografías de artistas) que son tan importantes y profundas como las de cualquiera: ser leve hasta desaparecer, si acaso conseguiste olvidar que andas. Lao Tse: “el buen andar no deja huella tras sí”.

[8] John Dewey, op. cit., p.221. 

[9] Ramón Gaya, Obra completa v.1, Pre-textos, Valencia, 1999, pag. 84.

[10] Lao Tse, Tao Te King, Círculo de Lectores, Barcelona, 2008, p.21.




Bañista.Joaquín Risueño, 2023, óleo sobre lienzo, 220x110 cm.












JOAQUÍN RISUEÑO

Caminar el paisaje


Del 27 de febrero al 30 de abril de 2025.


Galería Leandro Navarro


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