El que se esfuerza por escuchar, no ve.
Walter Benjamin [1]
Puede parecer paradójico pero explicar
una obra de arte aporta poca cosa: algunos datos, descripción, referentes,
anécdotas,…poco más. Por eso la tarea de esta breve introducción
sobre la exposición El fin de los días
de Javier Ayarza no será dilucidar aquello de qué es lo que quiso decir el artista, aunque hay artistas que pretenden decir y son probablemente los
menos interesantes. Y es que poderlo expresar con palabras convertiría a la
obra -de la que se habla- en un apéndice completamente inútil, o una simple
ilustración con un desproporcionado pie
de foto: un recurso muy habitual cuando la obra tiene poco o nada que decir. Debemos tener claro que la obra,
estas imágenes que vemos y creo que las buenas obras, siempre son un enigma,
incluso para el artista que las crea. Para Tarkovski
una imagen se puede crear y sentir, aceptar o rechazar, pero no se
puede comprender en un sentido racional. La idea de lo infinito no se puede
expresar con palabras, ni siquiera se puede describir. Pero el arte proporciona
esa posibilidad, hace que lo infinito sea perceptible.[2]
ST
Javier Ayarza 2015-16
Inyección de tinta directa sobre metacrilato
51x100 cm
Y eso supone que la obra –verdaderamente interesante-
siempre esté abierta -dependiendo del momento y las circunstancias- a muchas y
variadas interpretaciones y sensaciones como obra siempre viva. Y el que sólo
tuviera la explicación dada por el
artista, o el exégeta, colocaría a la obra en esa vía muerta que es sólo
atractiva para la pereza emocional-intelectual.
Caminante
Lo que si puede ofrecer el artista, o un texto, es un
circunvalar la fortaleza a la
búsqueda de esa brecha que enlaza la obra con el interior enigmático de la
realidad que nos rodea. Le podemos imaginar, cuando trabaja, intentando
distinguir en un mar de niebla. En determinado momento se abre un claro,
retiene un retazo, una brecha, una forma, pero sabe que la topografía de algo
tan extenso es imposible. Aun así el artista continúa ese circunvalar
consciente de su imposibilidad y de su fracaso
por retener algo condenado a su desaparición. Como un caminante sobre el mar de nubes[3].
ST
Javier Ayarza 2015-16
Inyección de tinta
51x70 cm
Esto me recuerda –voy a divagar- en lo que diferencia a estas imágenes con esa
representación prototípica de lo sublime pintada por Friedrich. En ella el
personaje -de espaldas- se nos presenta con determinación, con admiración o
sobrecogido, ante un panorama grandioso. Pero es en otra obra del mismo autor, Monje
a la orilla del mar, donde la
imagen nos remite al grado mayor de sublimidad[4]:
un personaje minúsculo ante un horizonte amenazador. Esta obra que el artista
modificó hasta cuatro veces[5]
supone una aproximación a los límites, una mirada más allá de la esperanza que
ofrece una roca bajo los pies, para abandonarse, para abismarse: como caminante
giróvago ante la desaparición y la muerte.
ST
Javier Ayarza 2015-16
Inyección de tinta
51x70 cms
Pues es con todo
nuestro ser como estamos ante un paisaje.[6]
El personaje de
espaldas, en ésas y otras obras de Friedrich, se ofrecen como intermediario
¿y aquí, en estas fotografías de Javier Ayarza?: pues no hay asidero, el hilo
de plata[7]
se rompió o nunca existió. Y nos proyectamos en un espacio que nos envuelve,
donde seremos el único caminante en un abismo de luz y ecos.
Y ahora, como
caminantes, nos podemos preguntar si aquella imagen que vemos es copia o
representación de algo[8],
y no me refiero sólo a las fotografías de El fin de los días, también si
desplazamos la vista alrededor, en esta habitación, o si abrimos esa puerta del
fondo y nos miramos en el espejo. ¿Es todo imagen de algo que no podemos ver?
Un rostro como un
velo: cuándo fuimos conscientes de que la pupila es un pozo que lo traspasa.
La puerta enmarca
un jardín exterior que se muestra distinto en cada momento. Una maraña vegetal absorbe
la mirada más allá de las formas reconocibles y pululantes.
Devora las sombras
una luz intensa, todo lo existente en ella se sumerge.
Julián Valle. Campillo de Aranda, septiembre 2018
ST
Javier Ayarza, 2017
Inyección de tinta
60 x 90 cm
[1] Benjamin
Walter. Imaginación y sociedad. Iluminaciones I. Madrid: Taurus, 1999, p. 206.
[2]Tarkovski,
Andrei. Esculpir en el tiempo. Reflexiones sobre el arte, la estética y la
poética del cine. Madrid: Ediciones Rialp, 2002. p.62.
[3] El caminante sobre el mar de nubes
(1818) del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich.
[4] Arthur Schopenhauer en El mundo
como voluntad y representación describe los diferentes grados entre lo bello y lo sublime.
[5] Jensen,
Jens Christian. Caspar David Friedrich.
Vida y obra. Barcelona: Editorial Blume, 1980, pp. 106-107.
[6] Simmel,
Georg. Filosofía del paisaje. Madrid: Casimiro, 2013. p 22.
[7] "…y es que el hombre se va a su eterna
morada, y circulan por la calle los del duelo; mientras no se quiebre la hebra
de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la
fuente, se caiga la polea dentro del pozo, vuelva el polvo a la tierra, a lo que
era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio."
Eclesiastés,
12
[8] Etimológicamente, imago (lat.) es una
copia de algo, o un retrato.
El fin de los días. Javier Ayarza
-fotografías 2015-2017
Del 14.09 al 04.11.2018
MUSEO MUNICIPAL DE CERÁMICA
C. Don Julián y Don Romero, 3, 09400 Aranda de Duero, Burgos
horarios
viernes 12-14 / 18-20h.
sábados y domingos 12-14h.
Más Javier Ayarza en Limbo Páramo:
2017. Abismo de luz_sobre las obras de Javier Ayarza para Palacio del Tiempo_texto de J.Valle
2016. Javier Ayarza, Natalia Ginzburg y wuwei 无为: la acción perfecta.
2011. Rastros de Nadie: Javier Ayarza y Francisco Solano.
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