Seguramente tengo una primera lectura sentimental de estas obras por ser de esa generación, con orígenes e infancia en el mundo rural de paso entre un mundo tradicional -ya crepuscular- y los nuevos tiempos. Este país salía de un tiempo que casi se conservaba invariable desde hace siglos: unas vidas pendientes -y dependientes- de los trabajos y los días.
Y en este paso -ya casi superado- muchas cosas se perderán: El estío festivo sólo quedará como un libro de Julio Caro Baroja, mientras se extiende un desierto poblacional –y cultural- en este país. Desaparece lo autentico o sobrevive transformado en producto folclórico a la medida del turista o el veraneante. Pueblos deshabitados que sólo recuperan su vida en los tiempos que preceden a la fiesta patronal. Y en muchos casos, después, no quedará ni el apuntador: el último pastor jubilado y solitario. Todo volverá al silencio cuando dejen de cantar los niños y los grillos.
Sé que es mi lectura sentimental-, también sé que esta obra me lo permite como obra abierta a las preguntas, que da pie a la conversación, ese gusto por la conversación que la autora de Las pequeñas virtudes,1Natalia Ginzburg veía –desde su cálida cámara oscura- amenazado por el silencio como enfermedad mortal en un mundo en el que los destinos de los hombres están estrechamente ligados. Y ahora qué…. ese silencio ¿podría ser ruido?
Y otra cuestión se abre, y ésta relacionada con el mundo de la cultura… y el arte contemporáneo: la invisibilidad de un mundo aún muy importante, diverso y rico2 ante otro uniformador que sólo toma para sí aquellos elementos que puedan dar ese toque exótico a sus propuestas, o que, a gran escala, ejerce nuevas formas de colonialismo sobre los magos de la tierra.
无为
No es este el caso de Ayarza, el "conoce" y no "utiliza" el objeto de estudio.
El curso de las cosas3no parece "alterado" por la presencia de la cámara: no fuerza la acción, no existe crítica o redención -algo tan aburrido y tan habitual- y guarda respeto y distancia.4
También se nota el respeto por el propio trabajo: puede haber otras formas de hacer arte, pero a mí esta manera de ser es la que me interesa.
1Ginzburg, Natalia: Las pequeñas virtudes, Barcelona, El Acantilado, 2002.
2Como última constatación, los valores de la cultura dominante y directora del mercado imponen unos códigos estéticos que excluyen los valores definitorios de las culturas rurales –dominadas-. Creadores, productores, gestores y administradores de la cultura encuentran acomodo en los centros de poder y decisión urbanos.
De la publicación Creatividad y medio rural (dentro del seminario Cultura y desarrollo en el medio rural) Conclusiones de David Hernández, Salamanca, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1990, p99 y ss.
3El curso de las cosas es ell título de una publicación anterior de Javier Ayarza con textos de José Luís Brea: Salamanca,Campo de Agramante, 29, Ediciones Universidad de Salamanca, 1998.
4 El verdadero carácter de wu wei [wuwei] no es la mera inactividad sino la acción perfecta, porque actúa sin actividad. En otras palabras, es una acción que no se lleva a cabo con independencia del Cielo y la Tierra y en conflicto con el dinamismo del todo sino en plena armonía con el todo. No es meramente pasiva, pero sí una acción que parece, al mismo tiempo, fácil, sin esfuerzo y espontánea, porque es realizada «correctamente», en perfecto acuerdo con nuestra naturaleza y con nuestro lugar en el esquema de las cosas. Es completamente libre porque en ella no hay ni fuerza ni violencia.
No está «condicionada» o «limitada» por nuestras necesidades y deseos individuales, por nuestras propias teorías e ideas.
Merton, Thomas, Reflexiones sobre oriente. La filosofía oriental a la luz del misticismo occidental,
Oniro (col. El viaje interior), 1ª ed., 1997 Barcelona, p. 26.
2018. Breve introducción para caminantes por El fin de los días. Fotografías de Javier Ayarza
2017. Abismo de luz_sobre las obras de Javier Ayarza para Palacio del Tiempo_texto de J.Valle
2011. Rastros de Nadie: Javier Ayarza y Francisco Solano.
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