Un faro y una exposición
Desde
hace años, cada vez que leo o escucho la expresión “poner en valor” o
“recuperar” en tv, o en la prensa escrita, me pongo a temblar. Esto
quiere decir que alguien sin conocimiento del posible valor del objetivo
de sus "atenciones", y sin interés por la recuperación o la
conservación del mismo, ha tenido una feliz ocurrencia.
Podría
ser cualquier cosa, pero en el tema que nos ocupa, el muralismo
invasivo, la "víctima" de la ocurrencia puede ser la pared de un solar
en una ciudad, un muro de tapial en un pueblo, un silo en la llanura o
un faro en la costa. Todos pueden ser el objetivo de sus "atenciones"
siempre que no tenga una protección adecuada que les libre de esta
lacra. Su pecado puede ser el ser casi invisible, o ser de cemento gris:
aquí la víctima propicia es la misma sobre la que actuaba su
antecedente en esta invasión: las pintadas vandálicas que hace décadas
martirizaban muchos lugares y transportes públicos. Lo curioso es que lo
que antes era ilegal ahora se aplaude desde las administraciones
creyéndose los más modernos. Lo que comenzó, lamentablemente, como una
actividad "enrollada" con los más jóvenes apoyado por el sector
progresista, también es apoyado por los conservadores que no quieren
"quedarse atrás"...y es valorado por muchos ciudadanos que, en su
mayoría, no han pisado un museo o galería de arte en su vida. Se trata,
engañosamente, de "democratizar" el arte: algo doblemente falaz. Esta
asociación tramposa con lo democrático (típica del "totalitario" con
aspiraciones) exige algo más que unas lineas, y por ello lo dejaremos
para otra ocasión.
En el mejor de los casos, puede ocurrir también que más que una ocurrencia haya sido que no se haya parado a pensar en qué sentido tiene el hacer esta pintada, si acaso sirve para algo el seguir la corriente (insana), o la poca durabilidad de la misma. Y más cuando puede haber soluciones más duraderas, más bellas, con más calidad estética, incluso más ecológicas. Y sobre todo más dignas de representar las esencias de un pueblo. Pues para esto pretendemos que sirvan estos textos: informar, también argumentar el porqué el, llamado así, arte urbano puede ser una mala práctica, especialmente en contextos rurales, alterando gravemente la armonía que -a pesar de todo- conservan nuestros pueblos.
Como decíamos, estas ocurrencias avanzan por los espacios públicos sin control invadiendo, ya no sólo el espacio urbano, también el paisaje rural. Muchas veces son simplemente una "simple" ensalada de colores, un resultón trampantojo, una “pintada” tan anodina como gigantesca es su escala: un enorme buñuelo de confeti relleno de nada, de nada...o de naderías. Y sin ningún respeto por el contexto: como ya sabemos la ignorancia es muy osada. Otras veces se camuflan tras un "buen fin" (consciente-mezquinamente o inconsciente-ignorante) como estrategia para conseguir ese ansiado espacio y/o encargo: puede ser el empoderamiento (empowerment) del abuelito o abuelita del pueblo, de la mujer campesina, del in/migrante, una vista de lo que el tiempo se llevó, ovejas o burros, muros que se abren al paisaje y otros pseudosurrealismos facilones...todo puede valer mientras se mantenga sin una pizca de sustancia. Si nos fijamos, hay una ristra de tópicos, un catálogo a medida de cada cliente. Las estrategias son diversas, y el efecto sobre nuestro entorno es el mismo.
He empezado a escribir, y veo que el tema es muy extenso. Y es que este "chancro" colorinero se extiende por tantos sitios -con el apoyo institucional- que ha dejado aparcado de la actualidad al penoso fenómeno del "rotondismo". He decidido no emplear imágenes de este paisaje colorineado ya que no es mi intención promocionar algo que me horroriza, como ciudadano y artista, y he preferido acompañar estos textos con imágenes libres de esta pesadilla.
Todo ello afecta a nuestro entorno creando un "ruido" visual que, muchas veces, destroza el disfrute de una contemplación pausada. Hay casos terribles e indignantes, y muy recientes, entre los que destacaría -por su brutalidad colorinera- el humilde, sencillo -y antes bello- paraje del Faro blanco de Ajo.
A pesar de la oposición de muchos artistas, críticos de arte, galeristas, historiadores, etc (cántabros y del resto de España, conocidos y con larga y reconocida trayectoria) el gobierno regional con el Sr. Revilla a la cabeza acompañado por las autoridades locales, ha ejecutado la ocurrencia. Ninguno de ellos ha dado un paso atrás. Al contrario, se precipitaron hacia el acantilado de la vulgaridad e inanidad absoluta. Podemos ver un video, en el programa “Mi casa es la tuya” de Bertín Osborne, en el que este político "campechano" visita junto a su anfitrión un lugar muy especial para el político; y ¡¡¡lo elogia por su sencillez y belleza!!!: el modesto Faro de Ajo...entonces blanco.
Me gusta siempre recordar la maravillosa escritura del filósofo Josep Mª. Esquirol cuando se habla de estas cuestiones. Nos dice en su libro "La penúltima bondad" que "quien no perciba lo más sencillo, tampoco sentirá lo más hondo". Así es, muchas veces, y especialmente en el Arte, sencillez y hondura van emparejadas. Aquí, permitidme, volveremos atrás para decir: ¡cielo azul, hierba verde, Faro de Ajo...blanco!
¿Cómo explicar qué es “lo sublime”? imaginad este pequeño faro iluminado por un rayo de sol, deslumbrante en su blancura, y al fondo mar y cielo confundidos, como en el célebre cuadro de Caspar David Friedrich, “Monje a la orilla del mar”. Imaginad, esta construcción que fue la luz en la oscuridad, la salvación para tantos navegantes perdidos en la galerna, minúsculo y blanco frente a ese horizonte amenazador. Imaginadlo sólo, así, como quedó en mi recuerdo: ahora ya sólo es una triste traca de colorines.
Bien, seguimos en la vertiente artística, porque hay que recordar que el “paisaje” es una construcción cultural, no “nace” por sí mismo, es algo nuestro, humano. Entonces ¿no será mejor reconocerlo y dar nuestra aportación, si acaso queremos aportar algo…o nuestra reflexión sobre el mismo? es decir, no actuar a tontas y a locas, de cualquier manera, sobre unos espacios tan delicados.
A pesar de la oposición de muchos artistas, críticos de arte, galeristas, historiadores, etc (cántabros y del resto de España, conocidos y con larga y reconocida trayectoria) el gobierno regional con el Sr. Revilla a la cabeza acompañado por las autoridades locales, ha ejecutado la ocurrencia. Ninguno de ellos ha dado un paso atrás. Al contrario, se precipitaron hacia el acantilado de la vulgaridad e inanidad absoluta. Podemos ver un video, en el programa “Mi casa es la tuya” de Bertín Osborne, en el que este político "campechano" visita junto a su anfitrión un lugar muy especial para el político; y ¡¡¡lo elogia por su sencillez y belleza!!!: el modesto Faro de Ajo...entonces blanco.
Me gusta siempre recordar la maravillosa escritura del filósofo Josep Mª. Esquirol cuando se habla de estas cuestiones. Nos dice en su libro "La penúltima bondad" que "quien no perciba lo más sencillo, tampoco sentirá lo más hondo". Así es, muchas veces, y especialmente en el Arte, sencillez y hondura van emparejadas. Aquí, permitidme, volveremos atrás para decir: ¡cielo azul, hierba verde, Faro de Ajo...blanco!
¿Cómo explicar qué es “lo sublime”? imaginad este pequeño faro iluminado por un rayo de sol, deslumbrante en su blancura, y al fondo mar y cielo confundidos, como en el célebre cuadro de Caspar David Friedrich, “Monje a la orilla del mar”. Imaginad, esta construcción que fue la luz en la oscuridad, la salvación para tantos navegantes perdidos en la galerna, minúsculo y blanco frente a ese horizonte amenazador. Imaginadlo sólo, así, como quedó en mi recuerdo: ahora ya sólo es una triste traca de colorines.
Bien, seguimos en la vertiente artística, porque hay que recordar que el “paisaje” es una construcción cultural, no “nace” por sí mismo, es algo nuestro, humano. Entonces ¿no será mejor reconocerlo y dar nuestra aportación, si acaso queremos aportar algo…o nuestra reflexión sobre el mismo? es decir, no actuar a tontas y a locas, de cualquier manera, sobre unos espacios tan delicados.
“Sencillo… hondo” nos dice Esquirol, y veo esa fila de almendros que siguen un camino en mi pueblo, en Campillo de Aranda, y que alguien plantó y cuida con mimo (Esquirol dedica una atención especial a “el cuidar”) y que ve año tras año crecer, y que yo también disfruto con la mirada...agradecido por este cuidado. No hay intención pecuniaria: las almendras se quedan en los árboles, pocas se recogen. Es ese antiguo proceder -y placer- humano por lo bien hecho.
Respecto al buen hacer, un buen amigo me ha regalado un libro-catálogo[1] de una exposición del año 2002-2003, del Museo Etnográfico de Castilla y León de Zamora, de ese gabinete –tradicional- de maravillas. Su título es ENSERES, así escrito, diferenciando con el color las dos partes de la palabra. El contenido es magnífico: nos muestran hasta dónde llegaban los lazos entre los objetos cotidianos y quienes los fabricaban, o hacían uso de ellos; algo que va más allá de su utilidad. Como dice el título, esos en-seres son algo muy relacionado con la existencia y con el ser que los dió forma: los hacemos, los definimos y nos definen. Volvemos a ver en estos objetos lo que el filósofo cordobés Séneca le decía, en una carta, a su amigo Lucilio: “para estos hombres, como fue su discurso, así fue su vida”.[2] Y yo me preguntó, qué discurso estamos dejando nosotros... ¿acaso, ciertamente, responde a nuestra vida?
Bien, continuaré con el tema otro día.
Ahora vuelvo a los almendros. Me gusta contemplarlos desde un camino paralelo, recortándose en el horizonte ahora en verano. O con sus troncos oscuros destacados sobre la blancura de las nieves…marcando el camino. Es este elogio de lo sencillo un verdadero poema visual.
Respecto al buen hacer, un buen amigo me ha regalado un libro-catálogo[1] de una exposición del año 2002-2003, del Museo Etnográfico de Castilla y León de Zamora, de ese gabinete –tradicional- de maravillas. Su título es ENSERES, así escrito, diferenciando con el color las dos partes de la palabra. El contenido es magnífico: nos muestran hasta dónde llegaban los lazos entre los objetos cotidianos y quienes los fabricaban, o hacían uso de ellos; algo que va más allá de su utilidad. Como dice el título, esos en-seres son algo muy relacionado con la existencia y con el ser que los dió forma: los hacemos, los definimos y nos definen. Volvemos a ver en estos objetos lo que el filósofo cordobés Séneca le decía, en una carta, a su amigo Lucilio: “para estos hombres, como fue su discurso, así fue su vida”.[2] Y yo me preguntó, qué discurso estamos dejando nosotros... ¿acaso, ciertamente, responde a nuestra vida?
Bien, continuaré con el tema otro día.
Ahora vuelvo a los almendros. Me gusta contemplarlos desde un camino paralelo, recortándose en el horizonte ahora en verano. O con sus troncos oscuros destacados sobre la blancura de las nieves…marcando el camino. Es este elogio de lo sencillo un verdadero poema visual.
Julián Valle. Campillo de Aranda 1.07.2021
Las fotos son mías -sin retoques- y son de diferentes parajes de Campillo de Aranda
[1] Para comprar
el libro ENSERES:https://museo-etnografico.com/tienda_producto.php?id=32
[2]“Talis hominibus fuit oratio qualis vita” Lucio Anneo Séneca.
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