Ese maravilloso poema parece que nos muestra, sólo a nosotros, en la intimidad de la lectura, esos pocos elementos engarzados, como si fuera una brillante joya en la penumbra. El microcosmos del huerto absorbe y conecta todo el Universo. Y nosotros, de la mano de Juan Ramón Jiménez, sentimos el fogonazo de ese misterio:
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
...Y quedamos ahí, mirando al cielo estrellado donde también brillan las estrellas ya extintas.
Hay otro poema, este con un atardecer, y comienza así:
Ha consumado el crepúsculo
su holocausto de escarlata...
Pues cuentan -Luis Racionero es uno de ellos- que Juan Ramón había dado instrucciones a su criada para que cuando apareciesen los primeros tonos rosados y anaranjados en el cielo le avisase sin tardanza.
Así que ella entraba presta en el estudio y le decía: " ¡¡señorito...el crepúsculo!!"
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