Realismo constructivo.
Hay una vertiente en escultura iniciada por los hermanos Antoine Pevsner y Naum Gabo (alma del que llamarían realismo constructivo en la Rusia de los primeros años veinte) de la que podía ser continuadora -y revitalizadora- María Oriza. No son formas cerradas que interrumpen (irrumpen) la continuidad espacial y establecen una relación vacio-lleno. No existe la dicotomía real/no real. Recuperan esa relación arte-ciencia que algunos podían pensar perdida, tan fructífera -y tan natural- en épocas anteriores. Es oportuno recordar que estas posiciones idealistas -a nivel político- de Pevsner y Gabo fueron consideradas "heréticas" en la Rusia comunista. Fueron acusados de "burgueses progresistas" y tuvieron que "emigrar". Tiene un sonido curiosamente "familiar" eso que decía Aleksei Gan -del Grupo Octubre de artistas de vanguardia- en 1922: " el arte es como la religión (...) el arte ha muerto (...) abandonemos nuestra actividad especulativa y apliquemos las bases sanas al campo de la realidad, la construcción práctica". El arte y la religión tienen orígenes comunes: el distinguir arte, religión y magia plantearía problemas filosóficos difíciles (André Leroi Gourhan). Ah...la belleza esa pinturas chamánicas de hace 30.000 años de la cueva de Chauvet-Pont-d'Arc. Y es que, afortunadamente, el arte no puede morir, necesitamos esa parte oscura del arte que nos ilumina, y que todos los totalitarismos y correcciones políticas se han ocupado siempre en reprimir...sin conseguirlo.
Puede que la belleza en nuestra sociedad moderna, al llenarse de significados, se haya vaciado de sentido. Por ello hay quien tiene el atrevimiento de descalificar llamando "bella" a una obra de arte. Seguramente aplica malintencionadamente este calificativo confundiéndolo con lo que es simplemente amable. Por otra parte, la belleza no es patrimonio del objeto ya que la obra depende del sujeto que lo percibe. Exige un "interés" -especialmente- cuando es un arte "desinteresado" y libre de muletillas teóricas.
Personalmente prefiero una obra que brote natural hasta los ojos, sin necesidad de pirotecnia teórica, y sin ese pesado andamiaje –justificación- que sólo sirve de lastre para la mirada. Es preferible que la obra de arte permanezca -o repose- latente...y muda.
Las piezas de María cuando estamos junto a ellas –no frente a ellas- trasmiten una belleza rara, como de algo que siempre estuvo allí, pero que nunca fue visto por ojos humanos...como un bosque jurásico. Y como un bosque recuperado -con pasión y delicadeza- de un tiempo perdido se nos presenta ante la mirada, mineral, misterioso, y bello.
Julián Valle, 2016.
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