Hay trabajos en arte que ves que se han hecho por inercia: el diletante juega a ser artista, artista profundo, aunque diga que reniega de ello. Hay otros artistas, grandes en profundidad, que ocupan un lugar que nadie antes había ocupado, y que luego queda ahí instalado con la lógica de lo que es necesario. ¿No es acaso esto lo que hace que el arte sea para muchos algo necesario? Christian Boltanski hace un arte que recorre esas estancias de lo profundamente humano.
Boltanski recoge, o salva, objetos hechos o tocados por la mano,
reconstrucciones, también inventarios, o envíos postales, desde pequeñas
películas a grabaciones fonográficas, recoge...o acoge sombras, o fotografías. Lo más
evidente de este material tan heterogéneo es que nos remite a un recorrido vital, breve, largo, a un tiempo reciente, o lejano: y nos conecta con ello.
Llama la atención la pobreza
de estos materiales, la predilección de este artista por lo aparentemente insignificante[1]. Esto se
corresponde con los supuestos protagonistas
de sus trabajos, protagonistas anónimos -los que están en la sombra- y que en muchos casos
aparecen con rostros casi espectrales, como sombras de rostros, como el rostro del otro definido por su sombra. Aquí no será Boltanski quien dicte lo que ha de ser leído, es el espectador -quien recorre con su mirada, muchas veces mirada
doliente- el que interpreta las obras.
Y lo recorremos como restos de un naufragio:
allí el artista sólo reúne y marca su
posición. En la obra Propiedad perdida , realizada en el hangar de tren de Tramway (Glasgow) reunió
en estanterías -etiquetados cuidadosamente-
todos los objetos perdidos y no
reclamados desde seis meses atrás. Y en Cloaca máxima (1994) fueron objetos recuperados de una
alcantarilla de Zúrich, esta vez presentados al visitante dentro de una
vitrina. Es visible la relación existente en la presentación de estos objetos
con lo que identificamos como lo museable
para, utilizando objetos sin interés,
practicar una especie de antropología de
lo cotidiano. En las vitrinas, estos objetos, incluso toman el valor
de reliquia, y su desgaste remite a
un uso, al tiempo de una vida que ha
pasado[2]: a la ausencia, el vacío cálido, la piedad por lo
irremediablemente perdido.
En la búsqueda de los indicios de la existencia del otro están los signos de nuestra propia desaparición. Como en L'inventaire des objets ayant appartenu à une femme de Bois-Colombes (1974)[3] Son objetos que podrían haber sido de cualquiera de
nosotros…pero pertenecieron a una persona concreta…única:..une femme de Bois-Colombes.
[1]
Paradójicamente estos objetos insignificantes, que no representan, que no tienen
importancia, se convierten gracias a la mise en
scène de Boltanski en signo, rastro, en indicio de una cosa distinta, que presentimos
importante.
[2] En
muchas ocasiones los objetos recogidos por Boltanski pertenecieron a personas
fallecidas.
[3]
Inventario
de objetos que pertenecieron a una mujer de Bois-Colombes.(1974) Un inventario
de una mujer anónima. Boltanski fotografía todos los objetos: los títulos (pies
de foto) son pulóver, abrigo (...) impermeable,
abrigo, blusa, blusa (...) vestido, blusa, blusa. Quince fotos por página que
contienen imágenes (...) ropa...muebles…comprobantes...de
cheques…facturas…cartas…cuaderno de notas.
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