16.7.12

Shopenhauer._La belleza es siempre un velo.

      Pues lo hermoso no es más 
      que el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar*


R.M. Rilke



El sentimiento de lo sublime, en  Kant, es el sólido cimiento de un nuevo sentimiento de la naturaleza y el paisaje que desarrollará -a partir de ese momento- de una forma algo desordenada, caótica: el sujeto queda en suspensión ante ese objeto que le excede y sobrepasa, que amenaza su integridad; pero también experimenta un sentimiento placentero

Resultado de  un conflicto interno: se sobrepone al miedo y a la angustia mediante un sentimiento de placer más poderoso que, teñido y tamizado por ese miedo y esa angustia, se vuelve más punzante y más picante.[1]

Y un goce moral: un dato de la sensibilidad (p.ejem. un desierto en el crepúsculo)  se entrelaza con una idea de la razón: un grano de arena  frente a un universo en expansión.
Kant tiene como precedente inmediato la obra de Edmund Burke[2], a partir de ese momento, lo bello y lo sublime, serán entendidos como categorías opuestas dentro de un nuevo orden estético.
Después de Kant, el sentimiento estético, no quedará ya limitado a la categoría de lo bello. Lo bello será presencia divina, revelación del infinito en lo finito para los románticos y los filósofos de la naturaleza;  para Hegel, Schelling, Krause: lo bello será comienzo hacia el corazón mismo de lo divino. Lo sublime experimenta una metamorfosis entre lo clásico y lo romántico que va de lo visible a lo oculto,
trasladando el centro de interés del objeto y la imitación naturalista al sujeto a la proyección externa del potencial subjetivo y expresivo de este. [3]
A lo sublime de Burke, desarrollado por Kant habría que añadir la significativa aportación de Arthur Schopenhauer, todos recurrirán a sugestivas imágenes literarias que “ilustren” el concepto de sublime, siempre como algo oscuro, oculto, velado, parecería que están reclamando la opinión de nuestro filósofo de Danzig.



Arthur Schopenhauer mit Pudel (Arthur Schopenhauer con caniche), dibujo del caricaturista alemán Wilhelm Busch (1832 - 1908).

La filosofía del arte de Schopenhauer se sustenta sobre las Ideas platónicas y la teoría del artista genio. Por medio de la obra de arte accedemos a la esencia de la realidad, olvidando el sufrimiento: Un estado de liberación, de despojamiento de la individualidad, aunque sólo sea momentánea, un estado de beatitud: el prisionero de la caverna de Platón ha sido liberado. El sujeto se pierde en la contemplación del objeto, abandona la realidad subjetiva, deja de ser prisionero. Ese observador  ideal es el artista.
en vez de eso concentramos todo el poder de nuestro espíritu en la intuición, sumergiéndonos totalmente en ella, y permitimos que la conciencia se llene con la apacible contemplación de los objetos naturales presentes en cada momento.[4]
Ese ensimismamiento en el objeto –perdiéndonos en los objetos- que hace que nos olvidemos de nosotros mismos, que existamos como claro espejo del objeto. Este acceder al qué de las cosas para contemplar la Idea platónica.
Este estado de la mente, esta sumisión pasiva a los objetos fue denominado por Schopenhauer como  percepción, como contemplación o placer estético y como actitud estética.[5]
Shopenhauer en El mundo como voluntad y representación distinguirá diversos grados, incluso diversas transiciones entre lo bello y lo sublime.[6] Lo que los distingue es que

en lo bello, el conocimiento puro ha ganado la supremacía sin lucha [7]

la belleza del objeto aparta sin resistencia a la voluntad. En un sentimiento completo de lo sublime, el grado máximo,

ese estado de conocimiento puro se logra, en primer lugar, arrancándose consciente y violentamente a las relaciones desfavorables del objeto con la voluntad[8].

Para Schopenhauer la esencia de lo real es la irracionalidad. El arte[9], más allá de lo bello, será un modo de conocimiento[10], más cuando el conocimiento intelectual abarca sólo el fenómeno, el mundo como representación. Este arte nos remite a  la voluntad, la verdadera esencia del mundo. Será el tránsito desde el conocimiento común de las cosas al conocimiento de las ideas
se produce repentinamente, al liberarse el conocimiento del servicio de la voluntad,  y de este modo el sujeto deja de ser algo meramente individual para convertirse ahora en sujeto del conocimiento  puro y sin voliciones, que ya  no se preocupa de las relaciones conforme al principio de razón, sino que reposa y se pierde en la contemplación fija del objeto que se presenta al margen de su conexión con otros objetos.[11]
El arte revela las Ideas eternas a través de varios grados, las diferentes disciplinas artísticas: arquitectura, escultura, pintura, poesía lírica, poesía trágica y la música. La arquitectura, el ser creada con fines utilitarios impide que sea un arte esencial. La escultura y la pintura tendrán un valor estético superior, el artista se aproxima aún más a la esencia de la voluntad. La poesía será un grado más elevado, y dentro de ésta, la tragedia, como el género poético más elevado de todos. El poeta se acerca a la esencia de la humanidad fuera del tiempo. La música sería expresión del sentimiento tal y como es en sí mismo: revelación de la voluntad. Una revelación que es como una cortina rasgada al vacío, a un abismo que sube e inunda la superficie de esta belleza más allá de la belleza.
La belleza es siempre un velo (ordenado) a través del cual debe presentirse el caos.[12]
Por encima del arte, en el último estadio en el camino a la liberación del dolor, está el conocimiento de la esencia de todo lo que es. El arte sólo llega a ser una liberación momentánea del dolor, una evasión de la servidumbre de la voluntad.




*Rainer María Rilke. Elegías Duinesas, 1ª Elegía. En Antología poética. (Estudio, versión y notas de Jaime Ferreiro Alemparte) Madrid: Espasa-Calpe, Colección Austral, 1982, p. 113.

[1] Eugenio. TríasLo bello y lo siniestro. Barcelona: Editorial Ariel, 2001, p.35.
[2] Edmund Burke (1729-1797) A Philosolophical Enquiry intothe Origin of our Ideas of the Sublime and Beautiful, 1757. Adelaide: The University of Library, 2010.
[3] Samuel H. Monks. The Sublime: A Study of CriticalTheories in XVIII Century in England. Nueva York: Modern Language Association of America, 1935, p.12-13. 
[4] Arthur Shopenhauer. En Shopenhauer I, opus cit., p.217 y ss. (W.W.V. II, libro III, cap. 34, p.210.)
[5] Wladislaw Tatarkiewicz. Historia de seis ideas.(Traducción de Fracisco Rodríguez Martín) Madrid: Editorial Tecnos, 2001, p361.
[6] Arthur Shopenhauer. El mundo como voluntad y representación. En Shopenhauer I, opus cit., p.246 y ss. (W.W.V. II, libro III, cap. 39, p.243 y ss.)
[7] Ibidem, p.242. (W.W.V. II, libro III, cap. 39, p.238.)
[8] Ibidem, p.242. (W.W.V. II, libro III, cap. 39, p.238.)
[9] Al arte dedicará «La representación independientemente del principio de razón: la Idea platónica: el objeto del arte» el tercer libro de  El mundo como voluntad y representación.
[10] «Para Schopenhauer hay dos formas de comunicar el conocimiento: cuando es abstracto, cuando es conocimiento de la razón, cuando es conocimiento científico o filosófico, “por nociones y palabras”; y a través del arte cuando es intuitivo. Si tenemos en cuenta la superioridad en cuanto a riqueza de contenido de la intuición sobre la abstracción, caeremos en la cuenta de por qué Schopenhauer entiende el arte como una forma de conocimiento.» José Martínez Rodríguez. Schopenhauer y la crisis del concepto moderno de razón. En Digitum http://hdl.handle.net/10201/795 Tesis-Universidad de Murcia, Facultad de Filosofía, 1998, p.112.
[11] Arthur Shopenhauer. El mundo como voluntad y representación. En Shopenhauer I, opus cit., p.217. (W.W.V. II, libro III, cap. 34, p. 209 y 210.)
[12] Eugenio. Trías.  Lo bello y lo siniestro, opus cit., pp.51,52.




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