Parvus Mundus. Cuevas de Provanco, Segovia. Barranco del Arroyo Botijas.




La práctica de lo inútil.

Como en otras ocasiones, para pintar, tomo los pigmentos que me encuentro bajo los pies una vez decido qué es lo que quiero pintar: no hay mejor inmersión en el paisaje. Cualquiera lo puede hacer, sólo necesita un cuaderno -es recomendable que tenga las tapas rígidas- y dejarse llevar.

En este lugar perdido alguien ha plantado sauces junto al arroyo. Se ha formado una pradera que parece la única pradera...o la última pradera en el mundo.

Atardece, la luz convierte al lugar en aparición. Todo queda como recogido por un silencio cuajado en algún instante por pequeños sonidos, como si nacieran de la caja de resonancia de un instrumento antiguo, abandonado y olvidado. En este abismo de luz.

Las rocas de la lejanía se tocan con los dedos...y el cielo.  

El aire parece mover las hojas con delectación, como si saboreara este verde casi fosforescente.

Vuelvo a Juan Eduardo Cirlot, mientras, el viento mueve el pelo de Bronwing.

En lo perdido late la verdad
de la vida en milenios.
La eternidad, oblícua, sufre dentro, 
y abre las dimensiones de lo no
tangible.





Pigmentos: Cardillo, flor de Diente de león, zarzamora quemada, tierra y agua del arroyo.





Descenso al barranco




Ascenso desde el Barranco.




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