Entre los pintores paisajistas españoles siento una
atracción especial por Agustín Riancho. (Entrambasmestas, Luena, 16 de
noviembre de 1841 – Alceda, Corvera de Toranzo, 26 de septiembre de 1929)
En una ocasión le comentaba a un amigo que el año pasado
había salido a subasta
en Durán un cuadro suyo con un precio de salida de 500 €, que finalmente se
remató en 2.750 € (quién los tuviera) una ganga para una pieza que parece de gran
calidad, y muy atractiva. Me encantaría tener la oportunidad de ver
detenidamente esta pintura.
Agustín Riancho, "En el campo".
Óleo sobre tabla.
21 x 33 cm.
Fechado (Marzo 1872) en el
ángulo inferior izquierdo. Al dorso etiqueta donde consta que la obra
participó en la "Exposición Antológica Riancho",
Madrid, febrero 1973,
organizada por la Dirección General de Bellas Artes,
con el Nº 56 de
catálogo.
Por la fecha es de su época flamenca, parece evidente a la
vista del motivo elegido en el cuadro: un paisaje de pólder, con su canal
flanqueado por hileras de árboles y un marcado diseño horizontal. El personaje
protagonista queda en el centro del cuadro siguiendo uno de los caminos que,
como una tela de araña, cubren la superficie de un territorio completamente
domesticado por el hombre. El personaje, por la lejanía, no es reconocible pero
sin embargo parece tener personalidad propia. Para un buen pintor no hay “motivo”
despreciable, y en este caso es una de esas “historias mínimas”. El pintor está
siempre ávido de interiorizar lo que tiene ante sí y que después será
representado. No hay otro sistema a no ser que se quiera hacer algo sin alma:
pues el alma de un pintor -como en este caso de Riancho- se va quedando en los
seres y las cosas representadas. Es como la piel que se desprende de nosotros -para ser renovada- y que queda como
algo imperceptible, pero tangible, sobre todo aquello que se toca. Me recuerda esa “intrahistoria”
de Miguel de Unamuno que, a fuerza de su verdad, se ha introducido en nuestro
hablar y en los diccionarios. El mundo sigue, continúa la rueda de los
acontecimientos, pero hay una gran luz y verdad en cada existencia. Una luz que
como una estrella extinta parece que nunca se apaga, que es casi eterna. Y parece quedar atrapada en el personaje del cuadro.
Agustín
Riancho es un artista que para muchos puede ser desconocido pero que para
nada es un artista menor. De su trayectoria destaca el magisterio de Carlos de Haes, y su contacto
con la Escuela de
Barbizon: de ambos se notan las influencias. En España pasa sus últimos
años –retirado más que aislado- en Corvera de Toranzo, en casa de su sobrina,
en esos Valles Pasiegos de Cantabria que tienen continuación en Burgos: aguas
arriba, hacia Espinosa de los Monteros. Ya se sabe que los trashumantes pasiegos
en su cíclico retorno no reconocían límites, todo era su hogar. Claramente es
una unidad geográfica…sólo hay que verlo. Y en el Pas vuelvo a Unamuno que nos dice: "es un paisaje musical, pero de una música litúrgica, gregoriana, de
pocas notas y ellas de órgano". Esta misma música paisajística también
sería aplicable a nuestro cuadro… de intrahistoria.
Como me ha tocado colgar alguno de sus cuadros, he tenido el
privilegio de tocarlos, como se tocan las reliquias dignas de devoción, y mirarlos
detenidamente. Me atrae mucho la densidad que consigue en el aire, la solidez y gravedad en las formas y especialmente sus composiciones
que tiene esa apariencia de lo “no construido”, con la naturalidad de una instantánea
hecha por un ojo muy entrenado. Todo eso sólo puede conseguirse con una técnica
desarrollada durante miles de años -de la que Riancho es digno continuador- y
que es capaz de reproducir la vida incluso en lo aparentemente inerte, en el
paisaje.
La pintura…dicen… parece que ha vuelto a ARCO 2016 en su 35
aniversario.
1 comentario:
Exposición de Agustín Riancho muy recomendable en la galería de arte Espacio Garcilaso de Torrelavega (Cantabria) esta Navidad (del 17 de diciembre al 13 de enero de 2017). Consta de 51 obras.
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