Château de Montaigne en Périgord
En la concepción heideggeriana de habitar, el lugar es donde hay una relación más estrecha entre el hombre y la tierra[1]: se funden mutuamente. El lugar participa de la identidad de quien lo habita, y estos dan identidad al lugar: esta relación permite el arraigo.[2] Esta relación cruzada que genera a la vez identidades en personas y lugares son las creadoras de los lugares antropológicos:
si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional ni como histórico, definiría un no lugar.[3]
Y a continuación cita al Cicerón de De finibus:
¡Qué grande es el poder evocador de los lugares! Y esta ciudad lo posee en un grado infinito: vayamos a donde vayamos, en efecto, ponemos los pies en la historia.[8]
Habla Montaigne del poder evocador de los lugares que parece emanar de los mismos, a través de los estratos históricos formados por las personas que lo habitaron, y que parecen dar cuerpo al lugar. Lo histórico, este es uno de los rasgos comunes de los lugares antropológicos de los que nos habla Augé[9], junto a lo identificatorio como generador de identidades, y lo relacional que es lo que da cuerpo a un lugar: otorga sentido y significado a los elementos que lo forman y al propio lugar.
[1] En el sentido metafórico y mitológico de madre tierra.
[2] Heidegger hace apología del arraigo (Bodenständigkeit) que no es la –del lado oscuro- del yo colectivo del nosotros excluyente: una lectura precipitada alimentada por los coqueteos de este filósofo con el nacionalsocialismo. Heidegger concibe el arraigo a partir de la experiencia del desarraigo, del distanciamiento del propio lugar –geográfico-de origen. Su aprecio por la poesía de Hölderlin, el encuentro consigo mismo a través de la experiencia de lo otro así lo demuestran.
[3] Marc Augé. Los no lugar. Espacios del anonimato. Barcelona: Editorial Gedisa, 2000, p. 83.
[4] El habitar auténtico, el Geviert de Heidegger, una búsqueda nunca satisfecha y que la arquitectura puede proporcionar creando un lugar donde protegerse.
[5] Ibidem, p.84.
[6] Ibidem, p.58.
[7] El castillo de Montaigne http://www.chateau-montaigne.com tendrá su indicador correspondiente en la A-89 entre Bordeaux y Perigueux. Y así existir, mediante un nombre y un dibujo esquemático, sólo por lo que evoca: el lugar se convierte en texto:..por necesidad funcional, evita todos los lugares importantes a los que nos aproxima; pero los comenta. Ibidem, p.101.
[8] De Montaigne, Michel. Sobre la vanidad y otros ensayos. Madrid: Valdemar, 2000. Pag.114.
[9] Augé, Marc. Los no lugar. Espacios del anonimato, o. cit., p.58.
[10] …de aquellos que han vivido en la década de 1940 y han podido asistir en su pueblo [...] a la Fiesta de Dios [...] de tal o cual santo patrón [...] Se celebra todavía la fiesta de tanto en tanto, para hacer como antes”
Augé, Marc. Los no lugar. Espacios del anonimato. Barcelona: Editorial Gedisa, 2000. Pag.60.
[11] Estos habitantes del lugar antropológico no hacían historia vivían en ella, en una historia cíclica a la que se incorporaban nuevos personajes mientras otros se diluían: resulta más probable que el deseo que experimenta el hombre de las sociedades tradicionales de rechazar la “historia” y de unirse a una imitación indefinida de los arquetipos, delata su sed de realidad y su terror a “perderse” si se dejan invadir por la insignificancia de la existencia profana. Mircea Eliade. El mito del eterno retorno. Barcelona: Alianza Editorial, 1989. Pag. 88.
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