La piel como un río

I
En un pueblo de cuarzo blanco
la piedad de la tarde
dio a cada casa un halo de yezgo.
Me voy cuando el viento mece linares
con un arrullo de ventanas exánimes.
Rondan las estrellas extintas como lamparillas.
Está ya en flor la ortiga
en racimos
las masculinas oblicuas
las femeninas colgantes
en individuos distintos.
Están brotando en la fuente
que sin rumor

se sume.

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