2.10.11

Javier Ayarza, Natalia Ginzburg y wuwei 无为: la acción perfecta.



Seguramente tengo una primera lectura sentimental de estas obras por ser de esa generación, con orígenes e infancia en el mundo rural de paso entre un mundo tradicional -ya crepuscular- y los nuevos tiempos.  Este país salía de un tiempo que casi se conservaba invariable desde hace siglos: unas vidas pendientes -y dependientes- de los trabajos y los días.

Y en este paso -ya casi  superado- muchas cosas se perderán: El estío festivo sólo quedará como un libro de  Julio Caro Baroja, mientras se extiende un desierto poblacional –y cultural- en este país. Desaparece lo autentico o sobrevive transformado en producto folclórico a la medida del turista o el veraneante. Pueblos deshabitados que sólo recuperan su vida en los tiempos que preceden a la fiesta patronal. Y en muchos casos, después, no quedará ni el apuntador: el último pastor jubilado y solitario. Todo volverá al silencio cuando dejen de cantar los niños y los grillos.

Sé que es mi lectura sentimental-, también sé que esta obra me lo permite como obra abierta a las preguntas, que da pie a la conversación, ese gusto por la conversación  que la autora de Las pequeñas virtudes,1Natalia Ginzburg  veíadesde su cálida cámara oscura- amenazado  por el silencio como enfermedad mortal en un mundo en el que los destinos de los hombres están estrechamente ligados. Y ahora qué…. ese silencio ¿podría ser ruido?

Y otra cuestión se abre,  y ésta relacionada con el mundo de la cultura… y el arte contemporáneo: la invisibilidad de un mundo aún muy importante, diverso y rico2 ante otro uniformador que sólo toma para sí aquellos elementos que puedan dar ese toque exótico a sus propuestas,  o que, a gran escala, ejerce nuevas formas de colonialismo sobre los magos de la tierra.  


无为

No es este el caso de Ayarza, el "conoce"  y no "utiliza" el objeto de estudio.

El curso de las cosas3no parece "alterado" por la presencia de la cámara: no fuerza la acción, no existe crítica o redención -algo tan aburrido y tan habitual- y guarda respeto y distancia.4 

También se nota el respeto por el propio trabajo: puede haber otras formas de hacer arte, pero a mí esta manera de ser es la que me interesa.

1Ginzburg, Natalia: Las pequeñas virtudes, Barcelona, El Acantilado, 2002.

2Como última constatación, los valores de la cultura dominante y directora del mercado imponen unos códigos estéticos que excluyen los valores definitorios de las culturas rurales –dominadas-. Creadores, productores, gestores y administradores de la cultura encuentran acomodo en los centros de poder y decisión urbanos.
De la publicación Creatividad y medio rural (dentro del seminario Cultura y desarrollo en el medio rural) Conclusiones de David Hernández, Salamanca, Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1990, p99 y ss.

3El curso de las cosas es ell título de una publicación anterior de Javier Ayarza con textos de José Luís Brea:  Salamanca,Campo de Agramante, 29, Ediciones Universidad de Salamanca, 1998.

4 El verdadero carácter de wu wei [wuwei] no es la mera inactividad sino la acción perfecta, porque actúa sin actividad. En otras palabras, es una acción que no se lleva a cabo con independencia del Cielo y la Tierra y en conflicto con el dinamismo del todo sino en plena armonía con el todo. No es meramente pasiva, pero sí una acción que parece, al mismo tiempo, fácil, sin esfuerzo y espontánea, porque es realizada «correctamente», en perfecto acuerdo con nuestra naturaleza y con nuestro lugar en el esquema de las cosas. Es completamente libre porque en ella no hay ni fuerza ni violencia.
No está «condicionada» o «limitada» por nuestras necesidades y deseos individuales, por nuestras propias teorías e ideas.
Merton, Thomas, Reflexiones sobre oriente. La filosofía oriental a la luz del misticismo occidental,
Oniro (col. El viaje interior), 1ª ed., 1997 Barcelona, p. 26.


 

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